El seguimiento de los vestigios de la historia de los
agotes es la crónica de una discriminación.
De origen incierto y tildados de leprosos, este grupo
social habitaba principalmente en los valles del Baztán y del Roncal del
pirineo navarro, ademas del Norte y Este de Teruel y la parte superior de la provincia
de Huesca.
Durante siglos, la mencion de la palabra agote fue equivalente
a inferir un insulto y sinónimo de apestado, y sus miembros segregados y
relegados a ejercer ciertos oficios.
¿De dónde procedían estos seres coetaneos nuestros durante
Siglos?.
¿Eran albigenses, conversos, gentiles, godos...?.
Ciertamente, el enigma nunca se termino de revelar y de
hecho en la actualuidad continúa y son muchas las hipótesis que vamos a tratar
de enumerar en este articulo que pretende documentar, de alguna forma la “Cronica
de una injusticia social” inferida a ciudadanos españoles.
¿Quiénes eran los AGOTES?.
¿Quiénes eran los AGOTES?.
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra agote de la siguiente manera: “se dice de un linaje o gente del valle de Baztán, en Navarra, España”.
Joan Corominas en su diccionario Crítico Etimológico nos a
algún dato más: “Paria, individuo perteneciente a una generación postergada de
valle de Baztán, Navarra”.
Aunque Navarra no fue la única zona donde habitaron estas
gentes, si fue donde dejaron mayores vestigios de su asentamiento como muestra
el Museo Etnográfico de los Agotes, situado en el caserío Gorrí-Enea de
Arizkun, museo construido con el impulso de un descendiente de los agotes, el
escultor Javier Santxotena Alsua.
De la misma forma, se escribieron novelas que, ambientadas
en estas zonas, trataron de los agotes como es el caso de “Las horas solitarias”;
Notas de un aprendiz de psicólogo (Pío Baroja, 1918), El barrio maldito (Félix
Urabayen, 1925) y la más reciente El agote (Gaizka Arostegi, 2002). Agotes
aragoneses y su marginacion (Adrian de Corominas, Zaragoza 1897).
La ubicación natural mas documentada de esta etniz es
el valle de Baztán, que está situado a 58 kilómetros al
norte de Pamplona y tiene una extensión de 376,81 km2, regado por el río
Bidasoa, tiene una población estimada de unos 7.800 habitantes.
El propio topónimo de Baztán es un misterio,
tradicionalmente se hace derivar del vasco baz-nat, “soy uno”, en alusión al
carácter de aislamiento de sus moradores que llegaron a proclamar una república
independiente en tiempos de la invasión musulmana.
Otras versiones hacen derivar el nombre del valle de la
raíz azta, “zarza” más el sufijo locativo –an, “lugar donde abundan”. No falta
los que acuden al latín vastum, “devastado”, por la tierra sin labrar o a la
voz vasca baste, “retama espinosa”.
La capital del valle es Elizondo y una de sus poblaciones con más trascendencia histórica es Arizcun, el último reducto de los agotes. En esta noble villa de casonas blasonadas como muestra de la hidalguía de sus habitantes como los Ursúa, Goyeneche, etc., creció un barrio de chabolas, Bozate, el lugar maldito de los agotes.
La capital del valle es Elizondo y una de sus poblaciones con más trascendencia histórica es Arizcun, el último reducto de los agotes. En esta noble villa de casonas blasonadas como muestra de la hidalguía de sus habitantes como los Ursúa, Goyeneche, etc., creció un barrio de chabolas, Bozate, el lugar maldito de los agotes.
El barrio fue construido en el siglo XIV por la familia
Ursúa para dar cobijo a esta etnia fugitiva.
De la misma forma tenemos documentados barrios de este
mismo tipo en Daroca, Calatayud, Borja, Alcañiz y a lo largo del Valle medio
del Rio Jiloca Turolense.
Al otro lado de la frontera, el vizconde de Etxauz también
construiría el barrio de Mitxelenea en St. Étienne-de-Baïgorri con el mismo
fin, allí los conocían por el nombre occitano-bearnés de cagots, en Etxauz se
les confinaría en Chubitoa y en Toulouse fundaron el barrio de Montaut.
Con los nombres de chrestiaas, gafos o mesieillos, entre otros nombres, los agotes ya aparecen documentados desde los siglos XI, XII y XIII en adelante.
Con los nombres de chrestiaas, gafos o mesieillos, entre otros nombres, los agotes ya aparecen documentados desde los siglos XI, XII y XIII en adelante.
Durante mucho tiempo, era obligatorio indicar expresamente
la condición de agote en todo tipo de documento oficial como procesos
judiciales, actas matrimoniales, etc.
A cambio de protección, tierras, permiso para pescar y
utilizar los bosques, entre otras cosas, estas familias tenían que ofrecer
parte del fruto de las tierras, pagar impuestos y trabajar como criados para
los señores, aunque en otros lugares, no pagaban tributos y se les excluía del
servicio de armas.
El asunto del sometimiento y esclavitud ejercidas por los
Ursúa o los Goyeneche sobre los agotes es citado por varios autores, Aguirre
Delclaux, autora de una tesis doctoral sobre el tema, nos dice que no hay
ninguna prueba documental sobre esto, o porque no existió esta servidumbre, o
porque los investigadores llegaron tarde y desaparecieron los documentos que
daban fe de ello.
De la misma forma se tiene documentacion en los archivos
de la Colegiata
de Daroca, de los diezmos especiales que los agotes de la zona de infliencia de
la isma cobraban y los castigos que por su incumplimiento les infringian.
En este caso, como en otros, las incógnitas siguen
abiertas, pero lo cierto es que la marginación y el odio vecinal se cebaron
sobre estas gentes.
Los agotes se vieron recluidos al ghetto de Bozate en
Navarra, al de El Señorito del Lavadero en El Poyo del Cid y al de Collados
cerca de Cutanda; en Francia en las llamadas
cagoteries como las ya citadas, así se acrecentó la leyenda negra de estos
supuestos herejes y portadores de enfermedades terribles.
Relato de una Marginacion Historica.
Existe un documento de 1597 que dice: “¡Cállate agote!. Tú opinión cuenta menos que la del perro. ¡No eres nadie!”.
En un pleito se decía que el testimonio de seis agotes era
equivalente al de un ciudadano natural. “Patanes de la piedra”, “sapos cagots”
o “carpintero de obra” utilizado como insulto, eran algunos de los apelativos
que sufrían.
Como otros grupos sociales estigmatizados, léase pasiegos,
maragatos, chuetas, vaqueiros de alzada, quinquis, raqueiros..., fueron
utilizados como cabeza de turco de todos los males que sufría la población como
plagas, robos o mal de ojo.
El conocimiento de las propiedades medicinales de las
plantas les valió la fama de brujos y se llegó a decir que tenían... “rabo y un
aliento fétido”.
Al igual que “los intocables” de la India, los agotes eran considerados una casta inferior sometida a todo tipo de vejaciones y se dictaron leyes y reglamentos discriminatorios contra ellos.
Se llegó a decir que tenían la sangre tan caliente que las
manzanas en sus manos se arrugaban, por este motivo, no se les permitía andar
descalzos para que no quemaran la hierba, el que desobedecía la prohibición se
le quemaba la planta del pie con un hierro candente.
No podían llevar armas ni objetos puntiagudos, beber en el
mismo vaso de un natural y tenían sus propias fuentes.
Hasta mediados del siglo XIX no se les permitió construir
un lavadero comunal para hacer la colada en público. Es por ello quie no era
extraño observar sus asentamientos al lado de los cauces de pequeños rios, como
ocurre con aflientes del Rio Jiloca en la provincia de Teruel.
El cultivo de la tierra y la cría de ganado también la
tenían limitada así como el uso de los molinos, aunque algunos señores que los
empleaban les dejaban ejercer de molineros.
Los oficios que tuvieran que ver con la alimentación, les estaban expresamente prohibidos así como los empleos públicos. Tejedor, tonelero, sepulturero, cantero, etc., y todas las profesiones que tenían que ver con la madera, quizás por que se decía que esta no contagiaba la lepra, eran las profesiones reservadas para los agotes.
Destacaron como buenos carpinteros, albañiles y como
chistularis y versolaris. En algunos lugares de Navarra, no se le permitía
vestir los trajes típicos en las fiestas y, frecuentemente, se les dedicaban
canciones de mofa y escarnio.
Como pasara con los letreros de parroquias que rezaban: “De aquí no pasarán los vaqueiros”, los agotes tenían el “banco de los agotes” al final de las iglesias.
Una puerta lateral exclusivamente para ellos, la “agoten
athea”, les permitía la entrada a los templos, como se puede observar en la Catedral de Jaca, la Colegiata de Daroca y en
las diferentes Iglesias de la ribera del Jiloca Turolensa. Ahora, en muchos
casos tapiadas e inutilizadas.
Era en estos templos donde disponían de una pila bautismal
propia y recibían la comunión con un palo que les acercaba el monaguillo, no
podían abandonar la iglesia antes de que acabara la misa y sus limosnas eran
separadas de las de los demás fieles. Los “bancos de los agotes” se mantuvieron
en algunas iglesias hasta el siglo XIX, en Bozate duró esta separación hasta
1962.
Una sentencia del parlamento de Burdeos de 1596 decía así:
“no podrán sentarse en la iglesia en ningún lugar que no sea el que ellos y sus
antecesores tenían el hábito de ocupar, a saber, para la iglesia de St. Pée,
los hombres sobre los grados de la escala que conduce a las tribunas y las
mujeres contra ésta”. Esta costumbre de separar a los agotes de los demás feligreses,
era común en todos los sitios donde habitaron los agotes como en Navarra, País
Vasco, Aragón, el sur de Francia y el País de Gales.
Hasta en la muerte la exclusión continuaba, los agotes
eran enterrados aparte e incluso se llegaron a tener cementerios especiales. Vease
por ejemplo el cementerio agote de la ciudad de Daroca o el de la de Alcañiz.
Algunos de los procesos judiciales que han llegado hasta nosotros, evidencian la persecución.
Se llegó a encarcelar a un agote por pescar sin permiso y
se taló sus árboles frutales por saltarse la prohibición.
Un carpintero de obra se casó con una natural y se
instalaron en Arizcun, los vecinos los obligan a vivir fuera del pueblo.
Se obligó al cura de esta misma población, a alejar a una
joven de Bozate que se ocupaba de su hogar como sirvienta.
En 1820 fue multado un vecino por insultar a un semejante,
le llamó agote.
Los agotes pleitearon por sus derechos y, en muchas
ocasiones, tuvieron el apoyo de nobles y miembros de la curia, en otras
ocasiones los propios párrocos fueron cómplices de la discriminación.
Los agotes tenían prohibido casarse con los no agotes, en algunos sitios incluso bajo pena de muerte, la endogamia fue práctica común, aunque hay documentación que certifican algunos matrimonios mixtos.
Los agotes tenían prohibido casarse con los no agotes, en algunos sitios incluso bajo pena de muerte, la endogamia fue práctica común, aunque hay documentación que certifican algunos matrimonios mixtos.
En 1745 el cagot Jean Alfaro, de Baigorri, se casa con
Marie Joanneshandy. En 1749 Pedro Garhé, de Chubitoa, hace lo propio con
Dominica Narbalatz, apellido no agote, los hijos de estos matrimonios eran
considerados agotes. Para la historiadora vasca Alicia Stürtze Mendia, el
origen de la marginación tenía un claro componente económico, los agotes
lucharon durante siglos por sus derechos vecinales y de hidalguía que se les
negaba a los foráneos y a los que no podía probar su “limpieza de sangre”.
Los apellidos, debido a la endogamia, venían repitiéndose durante generaciones por lo que se podía identificar a los miembros de este pueblo por ellos. Los Bidegain, Errotaberea, Zaldua, Maistruarena, Amorena, Arrut, Santxotena, etc., son algunos de estos apellidos hoy totalmente mezclados. Si los agotes procedían de fuera, está claro que cogieron los apellidos del lugar. El apellido vasco-navarro Agote aún existe en Guipúzcoa, Navarra, Vizcaya Aragon y Cantabria, quizá este apellido nació como mote aplicado a los habitantes de las cagoteries. Muy frecientes fueron los nombre de Agotes en los listados que se finaniciaron desde Calatayud por Santangel y otros, a America, que asi realizaban una limpieza radical de sangre y de linaje.
Los apellidos, debido a la endogamia, venían repitiéndose durante generaciones por lo que se podía identificar a los miembros de este pueblo por ellos. Los Bidegain, Errotaberea, Zaldua, Maistruarena, Amorena, Arrut, Santxotena, etc., son algunos de estos apellidos hoy totalmente mezclados. Si los agotes procedían de fuera, está claro que cogieron los apellidos del lugar. El apellido vasco-navarro Agote aún existe en Guipúzcoa, Navarra, Vizcaya Aragon y Cantabria, quizá este apellido nació como mote aplicado a los habitantes de las cagoteries. Muy frecientes fueron los nombre de Agotes en los listados que se finaniciaron desde Calatayud por Santangel y otros, a America, que asi realizaban una limpieza radical de sangre y de linaje.
Con las emigraciones a Argentina de 1779, el apellido
Agote llegó a América y hoy se puede encontrar en el citado país y en México.
Bajo el reinado de Luis XIV de Francia, se prohibieron el trato y los apelativos discriminatorios hacia los cagots, dicen que esto se hizo a cambio de grandes sumas de dinero a cuenta de los impuestos de los que estaban exentos los cagots hasta entonces.
Por su parte, las Cortes de Navarra en 1817 y 1818, les
reconoció como navarros y con igualdad de derechos
Discusiones sobre su ORIGEN.
Discusiones sobre su ORIGEN.
El origen de los agotes sigue siendo un misterio.
Esto ha hecho que sean diversas las hipótesis que se
mantienen sobre el mismo, desde las más peregrinas, hasta las más factibles,
pero como hemos dicho, ninguna cuenta con una base sólida como para dar por
cerrado el asunto.
Los rasgos físicos comunes a este grupo, los presumía extranjeros para los lugareños del valle, pero tampoco en esto hay unanimidad. Existe una peculiaridad por cierto en un pueblo de Huesca, en el Bajo Cinca, que se llama Chalamera, tanto en lo fisico como en el dialecto que alli se escicha, pero son cosas piramente pintuales.
Algunos los describían como de complexión fuerte y altos,
pómulos salientes, pelo rubio o castaño y grandes ojos azules o verdes.
Otros como de tez blanca sonrosada, rubios, de frente
convexa y ojos hundidos y con un rasgo que, durante mucho tiempo, se destacó
como distinción de los agotes, se trataba del lóbulo de la oreja hinchado y
redondo o la falta del mismo.
La descripción de raquitismo, cabeza grande, chatos,
palabra vacilante y bocio, se enlaza con las tesis que tuvieron predicamento
durante un tiempo entre algunos círculos científicos, unánimemente descartada,
de que los agotes no eran una etnia sino una enfermedad como el cretinismo.
La enciclopedia Espasa nos remite a la entrada “cretinos”
cuando buscamos agotes y nos habla de los mismos cuando buscamos “gafo”, que
así eran llamados los individuos que padecían la lepra llamada gafedad.
Palassou en su obra Memoire sur la constitution physique des cagots estudió en 1815 los registros de los buques y los papeles de marineros y pasajeros en el Ministerio de Marina de Bayona, hizo lo mismo en los archivos del hospital Saint Leon de esta misma ciudad.
Palassou en su obra Memoire sur la constitution physique des cagots estudió en 1815 los registros de los buques y los papeles de marineros y pasajeros en el Ministerio de Marina de Bayona, hizo lo mismo en los archivos del hospital Saint Leon de esta misma ciudad.
Constató que en las fichas, los rasgos físicos descritos
de los cagots, eran tan variados como sucedía en lo no cagots. Para este autor
no había rasgos físicos diferenciados en estos individuos.
Aunque es posible que el bocio, enfermedad muy común en los valles de la época, el raquitismo producido por el hambre y la miseria, problemas producidos por la consanguinidad, las particularidades propias de un aislamiento de siglos y la gafedad, afectara a algunos individuos, esto está lejos de la supuesta “enfermedad de raza” que se les achacaba.
Aunque es posible que el bocio, enfermedad muy común en los valles de la época, el raquitismo producido por el hambre y la miseria, problemas producidos por la consanguinidad, las particularidades propias de un aislamiento de siglos y la gafedad, afectara a algunos individuos, esto está lejos de la supuesta “enfermedad de raza” que se les achacaba.
Entre otras cosas porque sería imposible ejercer las
profesiones que durante siglos dieron fama a los agotes, como la de carpinteros
de obras, que son los que hacen los entramados de los edificios, y la de
canteros.
También, son tantos los diferentes nombres con los que se
conocían a los agotes y a los leprosos: cahelgs, gabets, caqueux, acotados,
agotak, cailluands, colliberts, caeths, chistones, oiseliers, lazdres, gavots,
cagtz, gavaches, etc., que la confusión es grande.
DEL TEMPLO DE SALOMÓN A LOS GENTILES.
De entre las hipótesis sobre el origen de los agotes, sin duda la más sugerente y fantasiosa es la que nos cuenta que los agotes eran los descendientes de unos constructores del templo de Salomón.
Expulsados por el propio Hiram, sufrieron una maldición
divina por su mal trabajo y fueron condenados cual Judío errante a vagar por el
mundo. Otro de los nombres de los agotes, y quizá el más antiguo, era el de
crestias o cristias que en lengua provenzal es cristiano, y no falta la leyenda
que sitúa a los agotes como los carpinteros que construyeron la cruz del
calvario de Cristo. Hay quien ve a los agotes como descendientes de los
jentillak, que es como llamaban los vascones cristianizados a los paganos o
gentiles, estos eran marginados y obligados a vivir en cuevas.
Aparte de paganos o gente de religión diferente, la
palabra gentilis era utilizada en la época de la Reconquista para
denominar a los bárbaros. La creencia popular atribuía a los gentiles orígenes
fabulosos, se les creía gigantes que levantaron los dólmenes como
representación de sus dioses paganos, de ahí que muchos de estos monumentos
megalíticos se les conozca con nombres tales como la Pedra Gentil de
Vallgorguina (Barcelona) o el jentilarri (piedra de los gentiles) de la sierra
de Aralar (Guipúzcoa), entre otros ejemplos.
GODOS O SEGUIDORES DE CARLOMAGNO.
Michel y otros autores, recogen la teoría de que eran descendientes de los godos y esto explicaría su piel blanca y pelo rubio, pero no el odio que suscitaron.
GODOS O SEGUIDORES DE CARLOMAGNO.
Michel y otros autores, recogen la teoría de que eran descendientes de los godos y esto explicaría su piel blanca y pelo rubio, pero no el odio que suscitaron.
Serían familias visigodas que se escondieron en los
Pirineos después de la invasión de los francos, marginados, se retirarían a
lugares aislados.
Hay quien piensa que fueron godos arrianos o restos del
ejército que vieron morir al rey visigodo Alarico II en la batalla de Vouillé
del año 507 o españoles que siguieron a Carlomagno y cuyos privilegios
levantaron la envidia y el desprecio de sus vecinos.
Los defensores de esta hipótesis citan la etimología, hoy
descartada, de caa got que en bearnés se le dio el significado caprichoso de
“perros godos”, para Corominas esta pseudoetimología no tiene fundamento
semántico-histórico.
ALBIGENSES.
Uno de los documentos históricos en los que se basa la teoría del origen albigense de los agotes, es la carta que los miembros navarros de este pueblo enviaron al Papa León X en el año 1513.
ALBIGENSES.
Uno de los documentos históricos en los que se basa la teoría del origen albigense de los agotes, es la carta que los miembros navarros de este pueblo enviaron al Papa León X en el año 1513.
En la misiva, los propios interesados se reclaman
albigenses pero ya libres de dicha herejía.
Para Pío Baroja, esto explicaría el apartheid que
sufrieron, sólo un fanatismo religioso puede ser tan violento y daría razón de
ser al nombre de chrestiaas que significa “cristiano nuevo”. ¿Esto resuelve el
enigma?, parece que no.
Contra esta teoría los autores como Michel, Lardizábal y
otros, aducen que la aparición de los albigenses se sitúa en el Languedoc en
los años 1170 y 1180 y desaparecen tras la Cruzada Albigense
de 1209-1229.
Los agotes se conocen desde el año 1000 con el citado
nombre de chrestiaas como recogen los antiguos fueros de Navarra y Aragon, entre
otros documentos.
El que los propios agotes se proclamasen descendientes de
herejes, lo explica Aguirre Delclaux como una forma de mal menor para
defenderse del desprecio de sus vecinos.
Ser albigense les confería una diferencia de fe y no
racial, y proclamándose buenos católicos podían reclamar la protección de la
iglesia, protección ante las leyes y la ignorancia y prejuicios del pueblo.
Pero, por otra parte, grupos de cátaros albigenses huyeron para refugiarse en
lugares apartados de los Pirineos, y fueron perseguidos por la Inquisición hasta el
siglo XIV, como constan en las Actas de los procesos de Daroca y Cutanda
(provincia de Zaragoza y Teruel respectivamente).
LEPROSOS Y CRUZADOS.
“Todo el tiempo que le dure la lepra será inmundo. Es impuro y habitará sólo, fuera del campamento tendrá su morada.”, (Lev.13, 46). En el Nuevo y el Viejo Testamento, se aplicaba el término leproso a muchas dolencias que en realidad nada tenía que ver con esta enfermedad, incluso se habla de la lepra de los vestidos y las casas.
Los que presentaban ciertos síntomas se les creía
tsara`ath, termino hebreo que se aplicaba al que estaba en pecado ya que se
pensaba que era una maldición divina.
Luego este término derivó en lepros y de ahí al nombre
griego como se conoce la enfermedad del bacilo de Hansen.
Muchas de las hipótesis y los nombres que se le daba relacionan a los agotes con la lepra y así se explicaría su marginación.
Muchas de las hipótesis y los nombres que se le daba relacionan a los agotes con la lepra y así se explicaría su marginación.
Francisco Navarro Villoslada escribió en su libro Doña
Blanca de Navarra el siguiente pasaje: “Era la lepra de los agotes una
enfermedad tan repugnante, que nadie podía atribuirla a causas naturales, sino
a visible castigo de Dios, por pecados propios o de linaje...”.
En el Béarn chrestiaa o cagot era sinónimo de leproso
blanco, luego él término cagot se aplicó de forma burlesca a los bigots, los
santurrones hipócritas.
El escritor François Rebelais utilizaba el nombre arcaico
de cagotz para designar a los falsos devotos.
Para Corominas la palabra agote tendría un origen
vasco-navarro y derivaría de kakote, gancho pequeño en alusión a las manos
encogidas de los que sufrían la gafedad, para Julio Altadil agote sería enfermo
de la boca y el barrio de Bozate significaría confinamiento por afonía, entre
otras muchas teorías.
Para los que plantean la tesis de la lepra, el agote seria descendiente de cruzados que, infectados en Tierra Santa, buscaron lugares aislados del sur de Francia y el norte de España para refugiarse.
Situaban la aparición de la lepra en Oriente y en la época
de las cruzadas, pero la lepra es anterior a las cruzadas y fue traída a
Europa, posiblemente, por los legionarios romanos.
En el siglo XIII, hubo un gran auge de las enfermedades de
la piel y algunas eran confundidas con la temida lepra.
Es en esta epoca cuando se da la constitucion de Cofradias
en la zona del Julica Turolense que prevenian de la proliferacion de dichas
enfermedades, al tiempo que amparaban a quien por estas razones eran expilsados
de las Comunidades donde vivian. Este es el caso de Santa Maria la Blanca, comujnidad de
agotes entre El Poyo del Cid y Fuentes Claras, a la vera del Rio Jiloca, hasta
mediados del pasado Siglo XX.
Muchos lugares reservados para los leprosos, fueron
designados con el nombre de agote o cagot, como es el caso de la fuente de los
cagots de Nay (Béarn) o la cova dels cagots de Morella (Castellón).
En Los pueblos de España, Julio Caro Baroja hablando del posible origen del desprecio hacia los agotes dice: “...a mi juicio, hay que buscarlo en el hecho de que, durante períodos críticos de la historia medieval, muchas gentes, para zafarse de las cargas fiscales, militares, etc., (...) se refugiaban en las leproserías, fingiendo haber contraído la repugnante enfermedad. Una vez conocida su hipocresía (...), se les debió de privar de todos sus derechos y se los rodeó de toda clase de trabas.”.
Precisamente, unas de las acepciones de cagot en Francia
es la de hipócrita. Por su parte, Aguirre Delclaux sugiere como un posible
origen de los agotes lo siguiente: “No los creemos, pues, godos, albigenses,
sarracenos, leprosos, judíos, cristianos primitivos...; nos parecen
sencillamente gente víctima de la ignorancia de tiempos atrasados, separados
del trato con los demás por un cerco sanitario levantado debido al temor de una
falsa lepra.”.
Cierto es que en las leproserías había personas con
enfermedades cutáneas que nada tenían que ver con la lepra y también fugitivos
y personas que buscaban cama y comida gratis.
Otros detalles curiosos los relacionan con los templarios. Uno de los nombres de los agotes era el de Cristianos de San Lázaro, una orden hospitalaria y militar que regentaban las leproserías y que tenía puntos en común con la Orden del Temple, incluso algunos los ven como una especie de sucursal.
Otros detalles curiosos los relacionan con los templarios. Uno de los nombres de los agotes era el de Cristianos de San Lázaro, una orden hospitalaria y militar que regentaban las leproserías y que tenía puntos en común con la Orden del Temple, incluso algunos los ven como una especie de sucursal.
Al morir un templario cedía sus ropas a una leprosería e
ingresaba en la orden lazarista cuando contraía esta enfermedad. Los agotes
eran marcados con un signo de segregación, se les cosía en el hombro izquierdo
de la ropa, una pata de oca en rojo.
Los templarios llevaban una cruz roja también en el hombro
izquierdo y, lo más curioso, es el simbolismo que esta ave tiene con el Temple
y con el Camino de Santiago.
Las ocas ya eran utilizadas por los romanos como
guardianas de las propiedades por el escándalo que montaban ante la presencia
de extraños. La mitología nos cuenta que las ocas del Capitolio, consagradas a
la diosa Juno Moneta (la que advierte), salvaron a los romanos despertándolos
con sus gritos ante el ataque de los galos. No olvidemos que la principal
misión de los templarios, era la salvaguarda de peregrinos y caminos.
Pero también la oca está enraizada con el lenguaje oculto,
la jerga (del francés jars, ganso) propia de los constructores.
De ahí se cree que proceden los habitantes de la zona
descrita del ÇÇÇÇJiloca medio turolense, de las familias que estuvieron siglos
dedicadas a la construccion de las Ermitas e Iglesias de la zona. En particular
en Daroca y toda la contruccion medejar de la que la provincia de Teruel es tan
prolija.
Un dicho dice: “No hablo por boca de ganso”, una vieja
costumbre llamaba “gansos” a los profesores que cuidaban de sus pupilos, hablar
por boca de esas aves era repetir lo dicho por el maestro. Estos palmípedos son
la representación de la madre y el destino, y el azar puede estar plagado de
peligros y fortunas. ¿No les recuerda esto a cierto juego de mesa?
El juego de la oca forma una espiral, y son diversos los petroglifos en forma de espiral que jalonan el Camino de Santiago, ruta que pasa por provincias donde habitaron los agotes. En la toponimia del camino nos encontramos con el río Oca, Villafranca Montes de Oca (Burgos), el Paso de la Oca en Lalín (Lugo) o el Valle de Ansó en Jaca (Huesca), que nos remiten al ave citada, la propia concha de Santiago recuerda a una pata palmeada.
El juego de la oca forma una espiral, y son diversos los petroglifos en forma de espiral que jalonan el Camino de Santiago, ruta que pasa por provincias donde habitaron los agotes. En la toponimia del camino nos encontramos con el río Oca, Villafranca Montes de Oca (Burgos), el Paso de la Oca en Lalín (Lugo) o el Valle de Ansó en Jaca (Huesca), que nos remiten al ave citada, la propia concha de Santiago recuerda a una pata palmeada.
También hay mosaicos y pinturas con el tablero del juego,
este es el caso del que existe en el pavimento de la Plaza de la Oca (Logroño) o el que está
pintado en la pared del albergue templario de Arroyo San Bol (Burgos).
Esta estructura se ve claramente en los ventanales de los
escasos restos que quedan en la
denominada “Moreria” del Poyo del Cid, e incluso en la pared de la Torre de Cutanda, famosa por
la Batalla
del mismo nombre sucedida en fecha de 1120.
Son muchos los autores que ven en este juego un simbolismo
iniciático con referencias al esoterismo templario, el tablero sería la
representación virtual del Camino de Santiago. Pero también la espiral está ligada
a la idea religiosa de la muerte y la resurrección y a los ritos paganos de la
fertilidad.
En las catedrales medievales las espirales y los
laberintos se utilizaban para la penitencia, eran llamados “Caminos de
Jerusalén” por estar destinados a las personas que no podían peregrinar a los
Santos Lugares.
El creyente debía recorrer de rodillas la espiral dibujada
en el suelo mientras oraba, en las espirales grabadas en los muros, se hacía lo
propio utilizando el dedo para recorrer este camino iniciático hacia el propio
ser.
Los agotes, como buenos canteros y carpinteros, fueron contratados por los templarios para construir los andamios necesarios para levantar los arcos y las bóvedas de sus templos y fortalezas.
Quizá formaron parte de los llamados “Compañeros
Constructores” que, curiosamente, tenían como marca gremial una oca y un
caracol, cuyo caparazón tiene forma de espiral. La leyenda negra de este
pueblo, nos explica que
la marca de pata de oca o de gato que llevaban los agotes, era la representación de la afición al agua que utilizaban para aliviar los picores de la psoriasis o disimular el mal olor que desprendían.
la marca de pata de oca o de gato que llevaban los agotes, era la representación de la afición al agua que utilizaban para aliviar los picores de la psoriasis o disimular el mal olor que desprendían.
CONCLUSION.
En fin, celtas, ligures, alanos, pueblos primitivos de la Bretaña, esclavos del Este de Europa vendidos por traficantes germánicos, delincuentes expulsados de Francia, etc., son otras de las tesis barajadas sobre el origen de los agotes.
Para los baztaneses venían del norte, del Béarn o la Gascuña, para los
franceses procedían del sur, de España, los aragoneses situaban el origen de
los agotes en la Navarra
Alta. Lo cierto es que tenían apellidos vascos y hablaban un
euskera más puro que el de sus vecinos. Las preguntas continúan, si la
religión, ni la raza, ni la lengua era diferente, ¿porqué este pueblo fue
marginado durante siglos?.
Lo que está claro es que, el prejuicio, la superstición, la xenofobia, pronto se instalaron en la conciencia popular y hasta en la de los propios protagonistas que llegaron a creer en una diferencia étnica inexistente y en su origen maldito. Cuentan que los cagots aprovecharon la Revolución Francesa para hacer desaparecer todos los documentos que hablaban de ellos. A la pseudo-historia de los agotes, contribuyeron la imaginación de los primeros viajeros que los visitaron y la literatura que se basó en ellos.
Lo que está claro es que, el prejuicio, la superstición, la xenofobia, pronto se instalaron en la conciencia popular y hasta en la de los propios protagonistas que llegaron a creer en una diferencia étnica inexistente y en su origen maldito. Cuentan que los cagots aprovecharon la Revolución Francesa para hacer desaparecer todos los documentos que hablaban de ellos. A la pseudo-historia de los agotes, contribuyeron la imaginación de los primeros viajeros que los visitaron y la literatura que se basó en ellos.
Autoridades civiles y eclesiásticas, emitieron decretos
para terminar con la segregación, pero el peso de la memoria y la tradición de
siglos, hizo que el desprecio o por lo menos la reticencia hacia los agotes, se
prolongara hasta el siglo XIX y principios del XX.
Poco a poco, la segregación fue desapareciendo hasta la
integración total, en ello influyó el éxodo rural, la mezcla y el desarrollo
industrial y cultural.
Pero aún hoy en día, los lugareños de estas zonas, evitan
hablar del tema y recelan de los que quieren hacerlo. No falta el que dice que
los agotes nunca existieron y todo es una leyenda.
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