Sí,
ya sé que al hablar de “agotes”, o “cagots”, o “gafos”, que todos estos nombres
tenían -y algunos más como luego veremos-, inmediatamente pensamos en Navarra,
sobre todo en el barrio de Bozate, en Arizcun, en el Baztán, cerca de Elizondo,
o, a lo más, en el Roncal. Pero, ¿agotes en Aragón?.
Hace unos cuantos años, al arreglar la iglesia parroquial de Plan, cuya noble piedra había sido embadurnada por la fiebre enyesadota y encaladora del siglo diecinueve, apareció una extraña portezuela debajo del coro, en el ángulo izquierdo del templo.
Desde luego, no podía estar allí para dar paso al cementerio, que justo se encontraba en el lado contrario, ni como una entrada a la sacristía o a la torre, por la misma razón. Además, su insignificante tamaño, como para ser cruzada encorvado o agachado, eliminaba toda otra posibilidad como, por ejemplo, la del paso hacia el baptisterio.
Hace unos cuantos años, al arreglar la iglesia parroquial de Plan, cuya noble piedra había sido embadurnada por la fiebre enyesadota y encaladora del siglo diecinueve, apareció una extraña portezuela debajo del coro, en el ángulo izquierdo del templo.
Desde luego, no podía estar allí para dar paso al cementerio, que justo se encontraba en el lado contrario, ni como una entrada a la sacristía o a la torre, por la misma razón. Además, su insignificante tamaño, como para ser cruzada encorvado o agachado, eliminaba toda otra posibilidad como, por ejemplo, la del paso hacia el baptisterio.
¿Qué
pintaba allí esa puerta?.
¿Qué
misterio tenía?.
¿Hasta
aquí habían llegado los agotes?.
Lo
mismo nos sucedía con las brujas, que por lo visto solamente se daban en
Euskalerría o en Galicia, hasta que descubrimos su apabullante abundancia en el
Alto Aragón.
Que
en Aragón tenemos de todo, que os lo digo yo. Lo malo es que no nos hemos
enterado y seguiremos sin enterarnos por falta de investigadores y de apoyo a
la investigación. Y esto no va por nadie, ya se ve…
Pero
bueno, ¿quiénes eran y qué hicieron los agotes?.
Un
profundo desconcierto sobre su origen llevó en otro tiempo a considerarlos
relacionados con otras poblaciones malditas, como “los vaqueros de Asturias”,
“los chuetas de Mallorca” o “los cretinos de los Pirineos”.
Hoy
sabemos que nada tienen que ver con ellos, como no sea un aspecto exterior un
poco deprimente, que en todos ellos solamente tienen el significado de una
endogamia total, ya que nadie quería emparentar con ellos.
Tampoco son de raza vasca, aunque la pequeña comunidad que queda de ellos sin mezclar hable euskera, por vivir en una zona que casi desconoce el castellano.
Tampoco son de raza vasca, aunque la pequeña comunidad que queda de ellos sin mezclar hable euskera, por vivir en una zona que casi desconoce el castellano.
Pero
el factor Rh de su sangre descarta claramente esa procedencia.
Durante
la Edad Media
se les consideraba leprosos y eso parece indicar el nombre de “gafo”,
“mesiello”, “meseguero” o “mesuma” y hasta “cristianos de San Lázaro” con que
se los conocía.
Esto
y también la creencia muy extendida de que su presencia producía un hedor
insoportable, nauseabundo, fue el factor más determinante para la marginación
que siempre sufrieron.
Y,
por supuesto, también su carga religiosa, en unos tiempos de profunda fe pero
de una gran intolerancia por la obsesión de no mezclarse con herejes. Se los
creía descendientes de albigenses o arrianos y godos.
Se
les perseguía por profesar la fe de los cátaros, quienes rechazaban el poder y
la riqueza de la Iglesia.
La palabra “cagot” o “casgot” significa precisamente “perro
gordo”, y lo que está claro es que a España vinieron desde el Bearne,
procedentes de la zona de Albi (tierra de albigenses).
¿Cómo
iban a entrar solamente en Navarra, con el contacto intensísimo que el Alto
Aragón ha tenido siempre con el “Aragón” del otro lado del Pirineo?.
Otra cosa curiosa: se habla del Euskadi francés (los iparretarrak, los del norte); de los navarros franceses de la Benabarra, que significa lo mismo que Benabarre: “Navarra la Baja”; se habla de los catalanes franceses de la parte de Perpignan. Bien. Parece que hay razón para ello.
Pero, ¿por qué nunca se dice los aragoneses franceses, como han sido en realidad los bearneses y los aregianos?.
Otra cosa curiosa: se habla del Euskadi francés (los iparretarrak, los del norte); de los navarros franceses de la Benabarra, que significa lo mismo que Benabarre: “Navarra la Baja”; se habla de los catalanes franceses de la parte de Perpignan. Bien. Parece que hay razón para ello.
Pero, ¿por qué nunca se dice los aragoneses franceses, como han sido en realidad los bearneses y los aregianos?.
Bueno.
Punto y coma aquí…
Y
sigo con el tema.
Si las gentes los consideraban albigenses, ellos se esforzaban por aparecer como auténticos cristianos, y por eso recibieron también el nombre de “cristianos nuevos”.
Si las gentes los consideraban albigenses, ellos se esforzaban por aparecer como auténticos cristianos, y por eso recibieron también el nombre de “cristianos nuevos”.
Pero
su presencia dentro de la
Iglesia fue tan condicionada como fuera de ella: tenían que
colocarse debajo del coro, no podían pasar a hacer ofrendas, la comunión la
tenían que recibir al final de todos, incluso después que las mujeres y los
niños, la paz se les daba con diferente portapaz o, cuando no tenían dos,
besaban el reverso del mismo. Y se les hacía entrar en el templo por diferente
puerta, generalmente bajita y humilladora, lejos de la principal. Este es el
rasgo más importante para descubrir su presencia, aunque esas puertecicas estén
tabicadas.
Aún había más. En el Roncal, por ejemplo, no podían vestir el traje roncalés con sus ribetes colorados en los capotes y nunca eran reconocidos como ciudadanos. No podían poseer tierras y, probablemente, por esta razón se dedicaron en todos los sitios a oficios artesanos, considerados como bajos frente a los labradores y ganaderos.
Fueron,
pues, herreros, tamborileros, y con mucha frecuencia de oficios relacionados
con la madera: leñadores, torneros, carpinteros, toneleros…
Pero lo más infamante para ellos, junto con la entrada vergonzante a la iglesia, fue la obligación de llevar cosida en la ropa una pata de oca roja sobre el omoplato izquierdo para que todo el mundo detectase su presencia y pudiera huir de ellos. El nombre de “gafos” significa precisamente “mano en garra”.
Una inspección de puertas laterales por las iglesias del norte de Aragón nos acusa su presencia en Ansó, Fago, Echo, Majones, Salvatierra, Sigüés, Berdún, Villanúa, Castiello, Barós y muchos lugares más.
Pero lo más infamante para ellos, junto con la entrada vergonzante a la iglesia, fue la obligación de llevar cosida en la ropa una pata de oca roja sobre el omoplato izquierdo para que todo el mundo detectase su presencia y pudiera huir de ellos. El nombre de “gafos” significa precisamente “mano en garra”.
Una inspección de puertas laterales por las iglesias del norte de Aragón nos acusa su presencia en Ansó, Fago, Echo, Majones, Salvatierra, Sigüés, Berdún, Villanúa, Castiello, Barós y muchos lugares más.
La
sorpresa es encontrar también dicha puerta en Plan.
lguien
opinará que este dato no es suficiente para afirmar su presencia entre
nosotros. Y le doy la razón, aunque no deja de ser una pista.
Pero lo que me indujo a buscar el rastro de los agotes en el Pirineo fue un documento del siglo XVI en el que se querellan en los tribunales de Pamplona nada menos que ciento sesenta agotes.
Pero lo que me indujo a buscar el rastro de los agotes en el Pirineo fue un documento del siglo XVI en el que se querellan en los tribunales de Pamplona nada menos que ciento sesenta agotes.
Entre
ellos aparecen no pocos aragoneses.
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